El protagonista de esta historia transita por el itinerario reflexivo de un duelo. La narración se desliza a través de la cronología inexacta de sus recuerdos, de la proyección imprecisa de destellos y resonancias de la memoria. Así se dispersan los trazos de una vida, como las viejas fotografías sin fecha, los borradores de un guion inacabado, personas extraviadas y relaciones tormentosas. Pequeños episodios, entre la realidad y la fabulación, que tienen en común la obsesión por rectificar el pasado. El cielo dormido es un collage sensorial, un vía crucis en el que irrumpen fogonazos vitales en forma de bellas imágenes.